Jose Little John, mi amigo

PRÓLOGO

Siempre he intentado no escribir sobre mi padre, Alfonso Comín, por razones obvias. Es para mi alguien tan íntimo, tan decisivo y tan importante en mi vida; tan querido por mí como muy pocas personas lo han sido y lo serán; su influencia y su ejemplo son tan evidentes e intensos en mí, que, de manera inevitable, me incomoda exponer públicamente algo que se acerque a mis sentimientos más profundos hacia él. Sólo he roto este secreto compromiso conmigo mismo en dos ocasiones, también por razones obvias: cuando me lo sugirió El Ciervo y ahora, cuando es José Antonio quien me lo pide.

El Ciervo fue su revista de juventud, aquella que, precisamente junto a José Antonio, contribuyó a proyectar en los años cincuenta el síntoma de un nuevo cristianismo español, comprometido con la libertad de pensamiento y con los problemas sociales de la España de la época. Con motivo del vigésimo aniversario de la muerte de mi padre, siendo yo miembro del consejo de la revista, Lorenzo Gomis me propuso escribir un artículo sobre é1y sobre la vigencia de su testimonio. Con un sentimiento contradictorio, debatiéndome entre el orgullo y la inquietud, acepté. Lo titulé «Amor sin tregua», para resumir tanto el significado dela vida de mi padre como, de manera implícita, mi sentimiento hacia él. Rompo ahora mi compromiso de íntimo silencio por segunda vez, pero en esta ocasión no hay ningún sentimiento contradictorio que acompañe mi decisión. Hay sólo una emoción limpia y luminosa, hecha de alegría, de gratitud y de satisfacción. Tal es la reacción que me provoca el libro de José Antonio.

Jose Little John, mi amigo

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