¿Un divorcio creciente?
En las elecciones catalanas del pasado 28 de noviembre, un 25,7 porciento de los ciudadanos votaron a partidos (PSC e IC-V) que proponían en sus programas la reforma de la Constitución en clave federal. Un 38,4 por ciento votó a un partido (CiU) que proclama a los cuatro vientos que la Constitución está agotada y que, vista la sentencia del Tribunal Constitucional, Cataluña ya no cabe en ella. Un 11,5 por ciento votó a partidos(ERC, SI y RI) que simple y llanamente pretenden romper con ella por la vía dela independencia. Solo el 15,7 por ciento optó por partidos (PP y C’s) que consideran que la actual Constitución ya está bien. Todo parece indicar que la afectio constitutionis de los catalanes se ha debilitado considerablemente en los últimos tiempos.
La coincidencia de fechas entre las elecciones catalanas y el 32 aniversario dela Carta Magna es un buen momento para reflexionar sobre la mirada actual de la sociedad catalana hacia su norma máxima. Es obvio que la accidentada tramitación del Estatut, culminada con la sentencia del Tribunal Constitucional, no ha pasado en vano. N o es exagerado hablar de un antes y un después. Una parte importante de los ciudadanos de Cataluña ha “descubierto” en los últimos años determinadas cosas, ciertamente preocupantes, de las que antes probablemente no era claramente consciente. Se pueden detectar fundamentalmente tres “descubrimientos”: