Boff y el castigo del Vaticano

«Hay momentos en la vida en que una persona, para ser fiel a sí misma, tiene que cambiar. Yo he cambiado, no de batalla, sino de trinchera. Dejo el ministerio presbiterial, pero no la Iglesia. Me alejo de la orden franciscana, pero no del sueño tierno y fraterno de san Francisco de Asís.» Con estas palabras, el teólogo de la liberación brasileño Leonardo Boff anunciaba, a finales de junio, su renuncia al sacerdocio. Era su respuesta a muchos años de enfrentamiento y persecución por parte de la jerarquía vaticana.

Desde su acceso al pontificado, el papa Juan Pablo II adoptó una posición doctrinal de tintes conservadores y una política intra eclesial de mano de hierro, la principal víctima de la cual sería la teología de la liberación latinoamericana. El pontificado de Karol Wojtyla marcaría una involución respecto a la línea de apertura al mundo laico yal pensamiento moderno iniciada por Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. La teología de la liberación, hija directa de la teología europea más avanzada —Karl Rahner, Jürgen Moltmann, Hermann de Metz—, buscaba un acercamiento de la Iglesia latinoamericana a la realidad social de su continente y a sus enormes desigualdades, reclamaba la praxis social liberadora como legítimo lugar desde donde elaborar la teología teórica y, sobre todo, exigía la «opción preferencial por los pobres» como eje de la misión evangelizadora de la Iglesia. Para esta teología, la salvación religiosa que prometía la fe cristiana encontraba sus mediaciones legítimas en las liberaciones personales y sociopolíticas históricas.

Boff y el castigo del Vaticano