Partidos y democracia interna
El terremoto político provocado por el no de ERC al Estatut ha añadido otro asunto, y no precisamente menor, en el debate político catalán. Además del gran tema, esto es, dilucidar hasta qué punto el Estatut aprobado anteayer por el Senado es mejor que el actual, ya tenemos otro tema: ¿qué es más democrático, que la dirección de un partido tome sus decisiones con cierta autonomía de sus militantes, o que sean éstos quienes decidan, por medio de mecanismos asamblearios, las cuestiones clave?
Recordemos: la dirección de ERC, después de algunas semanas –demasiadas, sin duda- de titubeos, se decantó por el “voto nulo político”, que significaba votar con una papeleta que dijera “sí al Estatut del 30 de septiembre”. ¿Por cierto, es coherente estar a favor del Estatut del Parlament y estar en contra del que sale de las Cortes Generales? ¿Tan grande es la diferencia entre ambos como para pasar de un sí al primero a un no al segundo? Comparen y juzguen por Uds. mismos.
Luego, llegaron las bases, instigadas en parte por un ex-consejero recién cesado, y tumbaron la decisión de la dirección, apostando por un no sin matices. De hecho, en su primera decisión, la dirección ya había abierto las puertas al no –además del voto en blanco- por las presiones de las JERC. Los líderes republicanos se plegaron a la voluntad de los militantes. Si las asambleas fueron un jueves, al día siguiente la ejecutiva rectificó su decisión de apenas una semana antes. “Preferimos quedarnos sin gobierno que sin partido”.
Obviamente, este no suponía romper el compromiso con el PSC: ERC sólo se mantendría en el gobierno a cambio de no coincidir con el PP en el referéndum. Ante las críticas que arreciaron por todas partes –socios, oposición y prensa- en ERC se defendieron con un argumento aparentemente intachable: “¡Servidumbres de la democracia! Como ERC sí es un partido con democracia interna, a diferencia de los demás, sus dirigentes escuchan a sus bases. Este cambio de posición, en verdad, nos honra.”
Sin embargo, se trata de un auténtico sofisma. Un partido no es una ONG, que se debe a sus socios y basta. Un partido se presenta a las elecciones, recibe votos de los ciudadanos, y su poder deriva de la voluntad de los electores. Si ERC es algo en la política catalana no es gracias –o no principalmente- a sus 10.000 militantes, sino gracias a sus 500.000 electores. Y resulta que los electores de ERC habían manifestado, según el sondeo del CEO, que aproximadamente en un 50 %, votarían a favor del Estatut.
Lo propio de un partido es que su dirección pueda mirar con un ojo a los militantes y con el otro a los electores, y no que esté hipnotizada por sus bases. Esto es lo democrático. Porque siempre los militantes son más radicales, mas rocosos, más maximalistas ideológicamente que los votantes. Por algo son militantes. Y, en el caso de ERC, esta distancia es seguramente todavía mayor que en el resto de partidos catalanes. Por esto, una dirección debe tener cierta autonomía en relación a sus bases, para poder atender también la voluntad de sus votantes, que son quienes le delegan el poder.
Así, lo que han hecho las bases de ERC no es un ejercicio de democracia sino todo lo contrario: un secuestro político. Porque el partido no es sólo suyo, sino también de quien les vota. Y lo más grave es que no lo sepan. La responsabilidad última, de todos modos, es de la dirección, que ha permitido este secuestro, incapaz de reafirmarse en su decisión en favor del voto nulo en nombre de sus electores y de los compromisos dados.