La gran reforma pendiente
El mes de mayo nos proporcionó un titular de estos que hay que leer un par de veces para asegurarse de que uno ha comprendido bien su significado: “El sistema financiero internacional reclama ahora más regulación. Una veintena de grandes banqueros internacionales piden en un documento del Foro Económico Mundial más control público” (El País,17.5.2015). Leyendo el contenido de la noticia, uno no sabe muy bien a qué conclusión llegar: ¿se trata de un ataque repentino de lucidez y de realismo?, ¿estamos ante un rapto imprevisto de compromiso con la justicia social y de sentido del interés general?, ¿o asistimos simplemente a un ejercicio gigantesco de cinismo?
Cuando la crisis financiera de 2008 provocó la Gran Recesión, la conciencia de que el responsable de la catástrofe era el paradigma neoliberal -según el cual los mercados se autorregulan y, más que ningún otro, los mercados financieros globales- se extendió por doquier. Todo indicaba que la oleada de desregulación financiera que había caracterizado las tres décadas dominadas por el “consenso de Washington” iba a ser sustituida por un programa neokeynesiano que, antes que nada, pondría el foco en el control y la regulación de un sector financiero fuertemente internacionalizado.