Fuente de motivación, no de contenidos
Terminé el artículo de diciembre con el siguiente interrogante: ¿En qué sentido podemos decir que la razón precisa de la religión, del mismo modo como ésta precisa de aquélla? Venía a propósito del debate que el papa Benedicto XVI, unos meses antes de dar el salto a la televisión, abrió en su sin duda interesante conferencia de Westminster Hall sobre religión y política. Coincidíamos con él cuando afirmaba que la religión necesita la razón para evitar la tentación del fundamentalismo. Pero cuestionábamos su idea de que la razón requiere la religión para que le haga de “lazarillo” en su búsqueda de la verdad moral. Una filosofía de la cultura que no ignore la modernidad no puede asumir que ésta sea la verdadera aportación de la experiencia religiosa al discurso racional. Pero, entonces, ¿por qué aceptar que la razón sin la religión quedaría coja?