El continente de la izquierda plural

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Parece que Lula va por delante en las encuestas de cara a las próximas elecciones presidenciales en Brasil. Los casos de corrupción que tanto han afectado al PT, al final, apenas lo han salpicado. En México, el candidato de la izquierda a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, del PRD, es en estos momentos el favorito en los sondeos.

Si México cae del lado del PRD, si Lula repite mandato, América Latina será, sin comparación con el resto del mundo, el continente donde la izquierda tendrá una mayor cantidad de gobiernos. El pistoletazo de salida de este viraje lo dio el propio Lula con su primera victoria, el 2003. Luego vino la consolidación de Chavez, con su victoria en las últimas presidenciales. Acusado por la prensa occidental de estilo populista y de antiamericanismo retórico, por ahora ha dedicado los dividendos del petróleo a programas sociales de amplio aplauso popular.

En Uruguay, por primera vez en la historia, el Frente Amplio, un partido que alberga a ex montoneros y comunistas, catapultó a la presidencia al doctor Tabaré Vazquez. Mientras, en Argentina, Kirchner, hasta aquél momento un barón peronista poco distinguido ideológicamente, hizo un giro social al llegar a la presidencia, hasta el punto de enfrentarse duramente con el propio FMI.

El final del capítulo lo han protagonizado, recientemente, dos líderes de características muy distintas, pero que suponen auténticas revoluciones para sus respectivos países. En Bolivia, Evo Morales simboliza la llegada al poder, por primera vez desde la colonización, de un indígena en un país de mayoría indígena. Parece como si la democracia haya tardado siglos en funcionar allí de manera lógica, pero al final lo haya conseguido: al fin ha ocurrido lo normal. Morales ha apostado por el control democrático de los recursos naturales, la mayor fuente de riqueza del país.

En Chile llega a la presidencia Michelle Bachelet, hija de un militar asesinado por Pinochet y ella misma torturada durante la dictadura. En este caso, la revolución no viene tanto por el hecho de ser víctima del pinochetismo, sino por ser mujer. Bachelet, que hereda de Lagos un programa y un estilo bastante asimilables a la socialdemocracia europea, ha insistido en hacer de la lucha contra las desigualdades económicas el eje de su mandato.

Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia y quizás México. Al fondo del cuadro, como decana de la izquierda latinoamericana, respetada por unos, criticada por otros, está, no lo olvidemos, la Cuba de Fidel, el patriarca a la vez denostado y admirado. En América Latina, como nunca había ocurrido antes, la hegemonía de la izquierda es casi total. Pero con una pluralidad de matices, estilos y programas impresionante. ¿Se trata de una pluralidad complementaria? ¿O se trata de culturas de izquierda tan distintas que impedirán la concertación y la complicidad entre los distintos líderes?

En cualquier caso, se abren dos esperanzas ciertas. Por un lado, la hegemonía de la izquierda brinda una ocasión de oro para dar un impulso decisivo al proceso de integración regional. Por el otro, esta hegemonía llega justo del continente que más sufrió en propia carne las políticas neoliberales del “consenso de Washingthon”, y justo cuando a éste se le ha certificado el acta de defunción, en buena parte gracias a la labor crítica del movimiento antiglobalización. ¿No será, pues, esta América Latina en manos de las distintas izquierdas el lugar más adecuado para liderar la construcción de una globalización alternativa?