Bono y la igualdad
Dice José Bono en una entrevista publicada ayer mismo: “La antigua Yugoslavia vive en la desgracia por haber defendido la pureza sobre el mestizaje, las diferencias sobre las coincidencias y la desvertebración sobre la unión. (…) Lo ocurrido en los Balcanes muestra la necesidad de proclamar la radical igualdad de los seres humanos y lo nefasto que es exacerbar las diferencias.”
Algunos lo interpretan como un aviso sobre la situación en España. Más allá de lo afortunado de la comparación, las palabras del ministro de Defensa merecen un par de comentarios. El primero sobre si, efectivamente, la igualdad –valor básico de los socialistas- es un valor contrapuesto al de la diferencia. En el PSOE hay sectores que han puesto el grito en el cielo ante el Estatut, precisamente con el argumento de que puede traicionar, queriendo o no, el valor igualdad.
Sin embargo, los socialistas catalanes creemos que la reforma federal de España, así como el reconocimiento de su pluralidad nacional e identitaria, no sólo no va contra la igualdad sino que, todo lo contrario, es un requerimiento suyo.
Pongamos que la igualdad, en democracia, se concreta en derechos. Pongamos que entre la colección de derechos de ciudadanía están los derechos cívicos, los políticos, los económicos y sociales, pero también los derechos de identidad. Pues bien, si todos los ciudadanos son iguales, todos deben ver protegidos por igual sus derechos, muy prioritariamente los económicos y sociales, pero también los de identidad (cultural, nacional, lingüística).
En la España no castellana hay un cierto sentimiento difuso de que no todos los ciudadanos tienen igualmente protegidos sus derechos de identidad. Se percibe que los ciudadanos que pertenecen a la identidad mayoritaria tienen, en este aspecto, sus derechos mejor reconocidos que el resto. Así, por poner ejemplo, el difícil uso de las lenguas cooficiales en el Congreso.
Así, la protección de la diversidad no es una necesidad derivada de un valor distinto e, incluso, contradictorio con la igualdad. Todo lo contrario. Sería una obligación derivada de la igualdad de derechos de los ciudadanos, si reconocemos entre éstos -como no podría ser de otra manera en democracia- el derecho a la propia identidad lingüística, cultural y nacional.
En segundo lugar, se aprecia en las palabras de Bono una cierta contradicción entre la primera frase y la última. Contrapone al inicio “la pureza” (negativa) con “el mestizaje” (positivo); pero opone al final “las diferencias” (negativas si se exacerban) con “la radical igualdad” (positiva). ¿Sí al mestizaje pero no a las diferencias? En cualquier caso si, como parece querer decir el ministro, la garantía de la paz reside en la defensa a la vez de la igualdad y el mestizaje, cosa en la que estamos de acuerdo, entonces habrá que encontrar un modelo de convivencia democrática en la que todas las identidades sean reconocidas por igual, más allá de su carácter mayoritario o minoritario.
Por último, debería saber Bono que, en muchas partes de España, es él y su discurso el que es percibido como nacionalista. Como nacionalista español: partidario de la homogeneidad (pureza) nacional; opuesto al reconocimiento del mestizaje cultural, lingüístico y nacional propio de la Nación española; como alguien que utiliza el valor igualdad para obstaculizar el igual derecho de todos a la propia identidad. Como socialista sincero que es, debería demostrar que su defensa de la igualdad nada tiene que ver con un nacionalismo –el español- tan particular y peligroso como cualquier otro.