Amor sin tregua
Conmemoramos este año el veinte aniversario de la muerte de mi padre, y es impresionante ver hasta qué punto su huella sigue intacta en el corazón -más profundo que la memoria- de muchos de aquellos que lo conocieron de cerca y de no tan cerca. Ni que se cumplan veinte años, ni treinta ni cincuenta, yo, un hijo suyo, no debería escribir sobre él. Pero El Ciervo fue su casa: una de sus más queridas aventuras colectivas de juventud, a la que se mantuvo fiel toda su vida. Sólo por esto, y porque la revista ahora también es un poquito mi casa, por una vez hago una excepción, no sé si para bien o para mal.