Federalismo de la diversidad, en nombre de la igualdad
1. Sobre la tensión entre ciudadanía e identidad
Un Estado social y democrático de derecho es un proyecto ético, cuyos ciudadanos son libres -porque disponen de una serie de derechos que los constituyen como tales -y son iguales- porque todos disponen, en tanto que ciudadanos, de los mismos derechos-. El Estado social y democrático de derecho es un complejo artefacto jurídico-político, que intenta garantizar una igual libertad para todos sus ciudadanos.
Entre estos derechos de la ciudadanos -derechos, por lo tanto, individuales, independientemente de que se trate de derechos cívicos como por ejemplo la libertad de expresión, o de derechos políticos como la libertad de sufragio, o de derechos sociales como el derecho a la educación- deberían contarse y estar reconocidos sin problema los derechos a la propia identidad cultural, a la propia lengua o a la propia identificación nacional -en el sentido cultural y no en el sentido político-jurídico del término “nación”-. Todos los ciudadanos, por igual, deben ver protegidos do estos derechos -que de ahora en adelante llamaremos “derechos de identidad”- en un Estado democrático de derecho que en el siglo XXI se pretenda digno de tal nombre.