Religión pública, pero sin ventajas
Finalizaré con este articulo y el siguiente nuestro debate -por así decirlo- con el papa Benedicto XVI a raíz de su interesante alocución del pasado otoño en Westminster Hall sobre la relación entre religión y política. Si inicié la serie con una larga cita, donde exponía la idea fundamental de su discurso, seguiré hoy con una de las reflexiones que lo cierran. Después de reivindicar la necesidad mutua entre religión y razón para dar un fundamento ética verdaderamente solido a nuestras sociedades democráticas, dijo Ratzinger: “En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada.(…) Y hay otros que sostienen – paradójicamente con la intención de suprimirla discriminación- que a los cristianos que desempeñan un papel publico seles debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no solo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino tambien del legitimo papel de la religión en la vida pública”.