La Democracia Económica. ¿Hacia una alternativa al capitalismo? (2)
Seguimos hoy con el “decálogo” que iniciamos en la Vuelta anterior. Recordemos: recientemente se ha publicado un libro colectivo del cual he tenido la inmensa suerte de ser coordinador y coautor, donde se explora la posibilidad de transitar desde una economía capitalista hasta un sistema de mercado post-capitalista: lo que en la literatura académica de las últimas décadas se conoce como “socialismo de mercado” y que en el libro es bautizado como Democracia Económica.
El libro (Democràcia Econòmica. Vers una alternativa al capitalisme), cuya versión castellana está ya en marcha, ha sido un laborioso proyecto de casi cinco años, pero la providencia ha querido que apareciera en el momento adecuado: cuando el neoliberalismo ha entrado en implosión y cuando la socialdemocracia -a pesar de que son sus fórmulas para salir de la crisis son aplicadas a diestro y siniestro, por gobiernos de todos los colores- está en estado de retroceso electoral y perplejidad.
El libro –sin despreciarlas- intenta ir más allá de las recetas socialdemócratas habituales, abriendo una perspectiva distinta de “confrontación” con el capitalismo: en la lógica de la Democracia Económica no se trata tanto de corregir el mercado desde fuera, desde el Estado, como de modificar su naturaleza desde dentro, aprovechando la capacidad de la sociedad civil para promover experiencias económicas alternativas. Sigamos, para profundizar en esta idea, con los cinco puntos finales del “decálogo”:
6. Una vez “detectadas” aquellas realidades que tienen afinidad con la Democracia Económica, en tanto que propuesta teórica, se explora si pueden ser reconocidas como embriones de un futuro e hipotético sistema de mercado socialista. Si para identificar estas experiencias –cooperativismo, sindicalismo, banca ética, consumo responsable- se utilizó la Democracia Económica como “radar”, para analizar su potencial de alternativa se la utiliza como “horizonte ideal”. Así, el libro dedica un espacio a la comparación sistemática de estas experiencias con el sistema actual, por un lado, y con el socialismo de mercado, por el otro, para visualizar hasta qué punto están “a mitad de camino” entre estos dos sistemas, hasta que punto se trata de realidades ya parcialmente post-capitalistas.
7. A continuación, se plantea la integración de estas experiencias alternativas en una misma red coherente y unificada: lo que se conoce como mercado social. El balance social -entendido como un aquella radiografía que nos permite conocer el grado de adecuación de las empresas, de las inversiones o de los productos que consumimos a unos determinados principios y indicadores- aparece, en este sentido, como el instrumento clave para posibilitar esta integración.
8. Luego, hay que diseñar una estrategia de consolidación y crecimiento de este mercado social. Para ello, el libro se pregunta qué manera pueden coexistir en una misma economía de mercado el mercado capitalista y el mercado social, y estudia posibles políticas públicas de impulso y promoción del mercado social.
9. Antes de acabar, se enmarca la Democracia Económica en un abanico más amplio de alternativas, identificables con el movimiento altermundialista: la lucha contra la pobreza del Sur, la regulación democrática de comercio y los mercados financieros mundiales, la renta básica, el ecologismo, la democracia participativa, etc. La Democracia Económica seria, así enmarcada, una pieza clave y nuclear, pero una más, de un mosaico de propuestas que desde el altermundialismo se vienen debatiendo desde hace ya una década.
10. En el epílogo, se intenta que el lector tome conciencia de que el socialismo del cual se habla en este libro pretende ser un nuevo tipo de socialismo: un “socialismo de los ciudadanos”, creado y construido desde la sociedad civil. El socialismo del siglo XX –ya sea el comunismo soviético o el Welfare europeo- fue fundamentalmente estatalista: era el Estado la instancia privilegiada desde la cual rectificar, parcial o totalmente, el capitalismo. Este socialismo ya ha dado probablemente todos sus frutos, que han sido muchos. La tesis final del libro, pues, es ésta: el socialismo –entendido como la voluntad de superar el capitalismo, en la medida en que ésta es una condición necesaria para alcanzar una sociedad justa- tendrá una segunda oportunidad en el siglo XXI a condición de que sea realizado por la gente. Pero no la gente aislada, sino organizada, en red, a través de la sociedad civil. Porque el Estado puede corregir el mercado desde fuera del propio mercado, pero la sociedad civil puede infiltrar-se en el mercado y transformarlo desde dentro. La segunda estrategia, pareciendo más frágil, tiene más recorrido que la primera.
Probablemente, algunos lectores encontraran que se trata de un libro demasiado utópico: ¡se habla de superar el capitalismo! Otros, demasiado pragmático: al fin y al cabo, todo se concreta en una estrategia para hacer crecer el mercado social. ¡Nada muy nuevo! Si produce estas dos reacciones, habrá conseguido su objetivo.